Corría el año 1,964, contaba con 9 años de edad. La noche anterior requirieron los servicios de mi madre para ayudar a una madre a traer a su hijo al mundo. Estábamos mi madre y yo únicamente en la casa, por lo que tuvo que llevarme con ella para asistir a esta madre. A las 7 de la mañana del día siguiente regresamos a pie, para llegar a nuestra casa debíamos de recorrer unos 3 kilómetros (cabe mencionar que la noche anterior nos llegaron a traer en carro).
Después de haber recorrido aproximadamente 1.5 kilómetros, me detuve, mi madre hizo lo mismo y me preguntó: ¿Que sucede hijo?
Le contesté: mire ese camión de madera, yo quiero uno.
Ella me contestó: en estos momentos no es posible hijo.
Sin más, seguimos nuestro camino. Llegamos a casa y después de un tiempo olvidé el camión de madera.
En una ocasión mi madre regresó de Retalhuleu (olvidé decir que vivíamos en Nuevo San Carlos), y me llevaba un juego de serruchos intercambiables.
Me dijo: para que haga sus trabajos escolares.
Me sentí muy feliz y así sucedió, con ellos me facilité hacer mis trabajos escolares en madera.
Pasados 3 años, a mi madre le dieron un trabajo en jurisdicción de Mazatenango, en una finca en la que tenía a cargo el botiquín para atender a los trabajadores. En la finca había, como en todas las pertenecientes al estado, una carpintería en la cual se hacían trabajos, tanto para la finca como para los mayordomos, planilleros entre otros empleados importantes de la misma.
Un día se me ocurrió pedirle al carpintero unos retazos de madera que pudieran servirme.
El me pregunta: ¿Para qué necesita la madera?
Pues fíjese don Cruz que quiero hacer un camión.
A que bien, me contesta y me dice que lo siga, me asigna unos retazos que posiblemente puedan servirme; tomo lo que necesito y me voy a mi casa. Luego, por la tarde, cuando llega un camión a recoger café, voy a verlo detenidamente, como estaba hecha la carrocería, hice un dibujo y regresé a mi casa, a todo esto, quiero decir que ya no recordaba el camión que vi en aquel patio, 3 años atrás.
Así inició la construcción de mi camión de madera. Cuando lo había terminado, le pedí a mi madre que me comprara un cuarto de pintura roja y le pedía don Cruz y poco de barniz. Esto fue para barnizar la cabina y pintar la carrocería, las llantas de madera, me las hizo don Cruz, estas no las pude hacer.
Seguidamente, le pedí a don Mateo, (hermano del director de la escuela) que me ayudara con la construcción de una caja para colocar 4 baterías, me preguntó para que la necesitaba, le dije, voy a ponerle luces a un camión de madera que estoy haciendo. Amablemente me ayudó con esto y con la fabricación de los resortes para el camión. En un viaje con mi madre a Mazatenango, le pedí que fuéramos a la estación del tren.
Me pregunta: ¿para qué quiere ir a la estación del tren?
Le contesto: Quiero ver como son los frenos del tren. El camión medía un metro con 10 centímetros.
Ya con todo el montaje hecho, le dije a mi madre: Quiero que vea algo,
¿Qué es? Pregunta.
Le digo, quiero que vea mi camión de madera, ya está terminado.
Ella entonces me dice: ¿Recuerda el camión de madera que vio en el patio de aquella casa? y me dijo que quería uno igual.
Le contesto: si, ahora lo recuerdo.
Bien, ahora tiene su camión de madera, y lo más importante, es que lo hizo usted y mucho mejor que el que vio hace 3 años.
Esto me enseñó que, cuando queremos algo, no siempre se nos da cuando lo queremos sino en el momento más oportuno.
Recuerdo que todos querían mi camión, el planillero y el mayordomo me ofrecieron Q15.00, el equivalente hoy serán unos Q.200.00, pero no se los vendí.
Cuando tenía 17 años, viajé a San Luis Jilotepeque a visitar a mi papá, estuve unos 3 o 4 meses y cuando regresé, mi camión ya no estaba.
Le pregunté a mi madre y me dijo: Vino Gladys (una persona que mi madre apreciaba) y me dijo que si le vendía el camión para su bebe, no dudé en regalárselo, pensando que usted ya no iba a jugar con él. Ese fue el final de mi camión de madera.
Quiero decir que no me molestó lo que hizo mi madre, sirvió para entretener a un bebe.
Autor: René de León
El poema que a continuación incluyo, me recordo la viviencia de mi camión de madera, es un poema que nos transporta a esa parte ne nuestras vidas en las que lo importante para nosotros era jugar, no importaba con lo que fuera.
El poema es de la inspiración de la poetisa quetzalteca, Malena.
Es una historia muy linda con un final sorpresivo, pero muy bonito. Muchas felicidades René y gracias por compartir tan especial historia.
María Elena: Muchas gracias por el comentario. Bendiciones.