Aquí dejaras que en tus dominios nunca heredados,
le acaricien y adornen el vaivén de sus figuras.
Deja si que la hembra esa que llamas señora,
desnuda le adornes con la luz de las luciérnagas…
Así: su cuerpo será el paraíso ese en que tu poeta
te pierdes pensando en los placeres de la noche.
Fragmento del poema Yo no vengo a pedir piedad
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